Prioricemos el medio ambiente
- Sònia Ribera Coma
- 27 mar 2016
- 3 Min. de lectura
La obsolescencia programada es el beneficio económico inmediato, por encima del cuidado y respeto del aire, agua y, en definitiva, del medio ambiente. Cada producto que se vuelve obsoleto se convierte en contaminación. Es un problema evidente del actual sistema de producción y económico ya que este no se ajusta a un sistema sostenible como el que necesita el planeta para seguir en equilibrio y que los seres humanos podamos seguir habitando en él en condiciones óptimas.

Impacto de la obsolescencia programada en el medio ambiente. Fuente: Flickr
El procedimiento
Uno de los aparatos electrónicos de uso cuotidiano falla y, entonces, cuando lo llevas a reparar te encuentras que en el servicio técnico te dicen que te sale más rentable comprarte uno nuevo que arreglar lo estropeado. Habitualmente, el precio de la mano de obra, las piezas dañadas y el montaje acostumbra a costar un poco menos que adquirir uno nuevo, por lo que, en la mayoría de los casos, el usuario suele desechar el producto averiado y comprarse uno nuevo. El problema se basa en la gran cantidad de residuos que se originan actualmente al realizarse esta acción una y otra vez, cada día, en todo el mundo. Y conscientes de ello, las empresas siguen utilizando la obsolescencia programada como estrategia para el crecimiento económico y de competitividad.
Diariamente, se produce una media de 6.500.000 kg de basura
Hay 6.500 millones de habitantes en este planeta y el número sigue creciendo a causa del aumento poblacional de 210.000 personas por día. Lo preocupante es que roducimos 1 kg de basura al día, por lo que se genera alrededor del mundo 6.500.000 toneladas de desechos en tan sólo un día. La gran parte de estos residuos no son biodegradables y el tiempo que transcurre hasta que se produce la descomposición al menos parcial puede ser muy prolongado. Además, los residuos son altamente contaminantes.
Los residuos contaminan
Los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos están formados de materiales que pueden ser recuperados, evitando la explotación de nuevos recursos naturales, y otros que pueden ser contaminantes, de modo que, si no son tratados adecuadamente, pueden resultar perjudiciales para el medio ambiente. Estos elementos electrónicos contienen materiales tan contaminantes como el plástico, polipropileno, baterías de plomo, etc.
El plástico tarda en transformarse de 100 a 1.000 años. Este hecho, provoca que el aire libre pierda su tonicidad, se fragmente y se disperse. El polipropileno tarda 1.000 años en descomponerse, contamina menos que el poliestireno pero también tarda. El plástico queda reducido a moléculas sintéticas invisibles pero presentes. Lo más preocupante son las baterías de plomo que daña el medio ambiente debido a su elevado contenido en plomo. Según los cálculos del PNUMA (Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente), de los 2,5 millones de toneladas de plomo que se producen anualmente en todo el mundo, tres cuartas partes sirven para la fabricación de baterías que se utilizan en los automóviles, los teléfonos y ordenadores portátiles o en las industrias.
Lucha contra la obsolescencia
De todo lo mencionado anteriormente, surge la preocupación por los residuos de aparatos electrónicos y eléctricos. Des de hace unos años, Greenpeace está luchando por la correcta gestión de la basura electrónica. La idea es que las empresas reciclen, reutilicen y recuperen materiales bajo el principio de la Responsabilidad Extendida del Productor. Esto significa que el fabricante es el responsable legal y financiero de estos productos durante el ciclo de vida completo, desde que se fabrican hasta que se vuelven obsoletos.
Comprar, tirar, comprar, tirar
La obsolescencia programada y el sistema de sociedad del consumo que nos lleva a comprar productos que no necesitamos son la base sobre la que se sustenta la economía mundial actual. Pero el problema es que este sistema ni sostenible ni sustentable en el tiempo, ya que la tierra tiene recursos finitos. Este lucro económico inmediato de las empresas tiene consecuencias, directamente, perjudiciales para el medio ambiente que nos rodea. Para darse cuenta, solo hace falta pensar en la cantidad de móviles, televisores, electrodomésticos y ordenadores que son reemplazados cada año. Este sistema de producción contamina aire, suelos, agua y todo eso nos termina afectando a nosotros.
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